Desde muy pequeño me he interesado por las cosas medievales. En mi país no existió este periodo, así que todo lo que había aprendido sobre esta época ha sido gracias a los libros, las películas y los juegos de video. Viajar a Europa para mí es una oportunidad de entrar en contacto directo con todo lo que he soñado conocer. El sur de Francia es un territorio lleno de encantos arquitectónicos que poseen una historia que se remonta a muchos siglos atrás. ILA, el instituto en el que decidí hacer mi inmersión lingüística en Francia, organiza una excursión para llevar a sus alumnos a una ciudad medieval llena de historia y de encanto, y yo, como buen amante de este tipo de ciudades, me apunté sin dudarlo en cuanto se abrieron las inscripciones.
Fueron tres horas de trayecto en bus desde Montpellier mientras miraba cómodamente una película, filmada en Carcassonne, proyectada en las pantallas. Descendimos en la ciudad moderna y caminamos hasta llegar a un bello puente encima del Canal du Midi, un canal que bordea la ciudad y cuyas aguas conectan el océano Atlántico con el mar Mediterráneo. Nuestro guía, un hombre muy activo, dinámico y buen orador, nos habló por un buen rato de la historia de la ciudad y nos dio muchos datos interesantes sobre la ciudad. Al cruzar el puente hacia la ciudad antigua, sentí que estaba viajando en el tiempo y que estaba sumergido dentro de uno de mis ambientes utópicos: el medieval. Hicimos otra parada en una pequeña iglesia justo en frente de la entrada a la fortaleza, allí se nos contó de las costumbres y creencias de los locales en la época de máximo esplendor de la ciudad.
En la medida que me adentraba a aquel castillo, reconstruido y reformado varias veces de una manera magnífica, sentía cada vez más que había valido la pena estudiar francés en Francia ya que en este país puedo disfrutar de mis escenarios favoritos y participar de las asombrosas excursiones que hace la escuela de francés ILA. Ya dentro de la ciudad amurallada de Montpellier tuve la oportunidad de ver la variedad de lugares emblemáticos antiguos, pude entrar a las numerosas tiendas y comprar muchos souvenirs como comida típica o postales, disfruté de una buena Cassoulet (especialidad de Carcassonne) en compañía de otros pequeños platos típicos del sur de Francia y me di un gran paseo por las murallas con vista a toda la ciudad.
Durante la excursión tuvimos nuestros espacios libres, pero al final debíamos reencontrarnos con el guía. Él también nos llevó a una catedral en la que se levantan varios monumentos a los Santos de la región y allí mismo nos contó la historia de Saint Roch, médico monpellierano que luchó contra la peste en el sur de Francia y que nunca perdió su respaldo del Señor. Me sentí muy bien enterado de la historia del lugar y de muchos datos curiosos gracias al guía. En definitiva, fue una experiencia de diversión y aprendizaje al mismo tiempo. Hoy estoy seguro de que voy a volver a recorrer el Canal du Midi en algún momento de mi vida, pues este patrimonio de la UNESCO robó mi corazón.
Para concluir esta jornada nos montamos en el bus de vuelta a Montpellier y no nos fue posible dormir. Todo el mundo estaba tan entretenido con una película reproducida en las pantallas del bus que se les olvidó lo cansados que estaban después de este día tan maravilloso. Sin duda alguna fue una excursión inolvidable y un plan tan agradable que hace que valga la pena una inmersión lingüística en Francia, sobre todo en Montpellier.