Antes de viajar esperaba un ambiente rodeado de adultos, reglas y conductas estrictas, extremo respeto por las calles, poca gente afuera de sus residencias o lugar de trabajo y unas jornadas muy calmas. Mejor dicho, antes de llegar imaginaba esta ciudad como un destino tranquilo y sereno. No me atreví a compararla con ninguna porque cada ciudad es única, pero la ciudad de Montpellier, a donde vine a estudiar francés en Francia, es realmente peculiar.
Desde el primer día en el que llegué pude notar la magnitud de personas que se amontonan en la Plaza de la Comedia, en su gran mayoría no mayores de 35 años. Debía pasar por este lugar para llegar a donde me hospedaría la primera noche, pero no sabía realmente cómo llegar a mi destino, así que me acerqué a un grupo de jóvenes que me indicaron con una sonrisa y un exceso de alegría los pasos a seguir para llegar. A pesar de que nadie en el grupo se ponía de acuerdo en qué dirección yo debía tomar, cada uno hizo su mejor esfuerzo para orientarme de la mejor manera posible. Era un sábado por la noche y había miles de jóvenes por las calles caminando, riendo y fumando con sus colegas, se les veía muy entretenidos. Tuve la intención de unirme a algún grupo (cosa normal que hace la gente en Francia, aun así no conozcan a las otras personas) pero cargaba todo mi equipaje, estaba fatigado, sudado y aún no tenía buen conocimiento de la lengua francesa.
Aquella noche me hospedé en un Airbnb de una joven alemana que residía en Francia y me invitó al bar donde trabajaba, cerca su apartamento. Al llegar allí charlamos con sus compañeros de trabajo, todos jóvenes, y se divirtieron contándome hazañas pasadas sobre la vida nocturna en el centro de Montpellier. Esta experiencia fue la primera en acercarme al mundo nocturno montpellierano y no me tocó esperar nada para poder tenerla, fue mi primer contacto con la juventud de la ciudad.
Montpellier es una ciudad que le apuesta a la juventud. Ha creado muchos programas para motivar a los jóvenes a emprender, a estudiar y a desarrollar la ciudad. Sólo hace falta ver la gran inversión que la alcaldía ha hecho en proyectos para construir, renovar y modernizar colegios, institutos y más. Al leer el periódico local, ver las noticias en televisión o incluso hasta caminando por la calle y viendo alrededor nos podemos dar cuenta de cómo los jóvenes se involucran en todo, cómo están por todas partes y cómo cada uno tiene una sonrisa para cada cosa que haga. Salvo algunas excepciones, la juventud en esta ciudad es brillante. Aprender francés en Francia para mí ha sido una buena decisión para darme cuenta del dinamismo de la vida estudiantil en el país, y de cómo los jóvenes actúan desde muy jóvenes para mejorar sus condiciones, las de la ciudad, las del país y finalmente crear el escenario para disfrutar de la mejor vida posible en este maravilloso país.
En conclusión, como ya he dicho numerosas veces, es cierto que esta ciudad está llena de jóvenes activos y dedicados. Definitivamente no es como pensaba, no es una ciudad calmada o tranquila, todo lo contrario, es una ciudad activa y despierta en la que a duras penas hay silencio. Los gritos, la risa, la abundancia de los jóvenes, la enorme cantidad de cosas que cada montpellierano ha de hacer en su día a día brindan a esta ciudad un ambiente vivo. Esto quiere decir que aburrirse acá es muy difícil y cualquier joven que se adentre en la aventura de una inmersión lingüística en Francia no saldrá defraudado.